Profesora. Alicia Galindo Hernández.
Asignatura: Lengua Materna Español.
1° A, B, C, D, E, F
Asignatura: Lengua Materna I. Español.
Fecha de publicación: Lunes 11 de enero de 2021.
Nombre del profesor: Alicia Galindo Hernández.
Grado: 1°
Grupo (s): A, B, C, D, E, F.
Liga para
videoconferencia de reforzamiento:
1° A, B, C: meet.google.com/tqw-umtu-eed
1° D, E, F: meet.google.com/kjd-byeh-hry
SEMANA: Del 11 al 15 de enero de 2021.
FECHA DE ENTREGA: Viernes 15 de enero de 2021.
Título de la actividad:
¡Leo
y contesto!
Aprendizaje esperado:
Lee
narraciones de diversos subgéneros narrativos: ciencia ficción, terror,
policiaco, aventuras, sagas u otros.
Descripción de la actividad:
INSTRUCCIONES:
Lee el capítulo I del
libro titulado “La Guerra de los Mundos” de H. G. Wells, después responde las
preguntas que a continuación se presentan.
LA
LLEGADA DE LOS MARCIANOS
1
LA
VÍSPERA DE LA GUERRA
H. G.
WELLS
En
los últimos años del siglo diecinueve nadie habría creído que los asuntos
humanos eran observados aguda y atentamente por inteligencias más desarrolladas
que la del hombre y, sin embargo, tan mortales como él; que mientras los
hombres se ocupaban de sus cosas eran estudiados quizá tan a fondo como el
sabio estudia a través del microscopio las pasajeras criaturas que se agitan y multiplican
en una gota de agua. Con infinita complacencia, la raza humana continuaba sus
ocupaciones sobre este globo, abrigando la ilusión de su superioridad sobre la
materia. Es muy posible que los infusorios que se hallan bajo el microscopio
hagan lo mismo. Nadie supuso que los mundos más viejos del espacio fueran
fuentes de peligro para nosotros, o si pensó en ellos, fue sólo para desechar
como imposible o improbable la idea de que pudieran estar habitados. Resulta
curioso recordar algunos de los hábitos mentales de aquellos días pasados. En
caso de tener en cuenta algo así, lo más que suponíamos era que tal vez hubiera
en Marte seres quizá inferiores a nosotros y que estarían dispuestos a recibir
de buen grado una expedición enviada desde aquí. Empero, desde otro punto del
espacio, intelectos fríos y calculadores y mentes que son en relación con las
nuestras lo que éstas son para las de las bestias, observaban la Tierra con
ojos envidiosos mientras formaban con lentitud sus planes contra nuestra raza.
Y a comienzos del siglo veinte tuvimos la gran desilusión.
Casi
no necesito recordar al lector que el planeta Marte gira alrededor del Sol a
una distancia de ciento cuarenta millones de millas y que recibe del astro rey
apenas la mitad de la luz y el calor que llegan a la Tierra. Si es que hay algo
de verdad en la hipótesis corriente sobre la formación del sistema planetario,
debe ser mucho más antiguo que nuestro mundo, y la vida nació en él mucho
antes que nuestro planeta se solidificara. El hecho de que tiene apenas una
séptima parte del volumen de la Tierra debe haber acelerado su enfriamiento,
dándole una temperatura que permitiera la aparición de la vida sobre su
superficie. Tiene aire y agua, así como también todo lo necesario para sostener
la existencia de seres animados.
Pero
tan vano es el hombre y tanto lo ciega su vanidad, que hasta fines del siglo
diecinueve ningún escritor expresó la idea de que allí se pudiera haber
desarrollado una raza de seres dotados de inteligencia que pudiese compararse
con la nuestra. Tampoco se concibió la verdad de que siendo Marte más antiguo
que nuestra Tierra y dotado sólo de una cuarta parte de la superficie de
nuestro planeta, además de hallarse situado más lejos del Sol, era lógico
admitir que no sólo está más distante de los comienzos de la vida, sino también
mucho más cerca de su fin.
El
enfriamiento que algún día ha de sufrir nuestro mundo ha llegado ya a un punto
muy avanzado en nuestro vecino. Su estado material es todavía en su mayor parte
un misterio; pero ahora sabemos que aun en su región ecuatorial la temperatura
del mediodía no llega a ser la que tenemos nosotros en nuestros inviernos más
crudos. Su atmósfera es mucho más tenue que la nuestra, sus océanos se han
reducido hasta cubrir sólo una tercera parte de su superficie, y al sucederse
sus lentas estaciones se funde la nieve de los polos para inundar
periódicamente las zonas templadas. Esa última etapa de agotamiento, que
todavía es para nosotros increíblemente remota, se ha convertido ya en un
problema actual para los marcianos. La presión constante de la necesidad les
agudizó el intelecto, aumentando sus poderes perceptivos y endureciendo sus
corazones. Y al mirar a través del espacio con instrumentos e inteligencias con
los que apenas si hemos soñado, ven a sólo treinta y cinco millones de millas
de ellos una estrella matutina de la esperanza: nuestro propio planeta, mucho
más templado, lleno del verdor de la vegetación y del azul del agua, con una
atmósfera nebulosa que indica fertilidad y con amplias extensiones de tierra
capaz de sostener la vida en gran número.
Y
nosotros, los hombres que habitamos esta Tierra, debemos ser para ellos tan
extraños y poco importantes como lo son los monos y los lémures para el
hombre. El intelecto del hombre admite ya que la vida es una lucha incesante, y
parece que ésta es también la creencia que impera en Marte. Su mundo se halla
en el período del enfriamiento, y el nuestro está todavía lleno de vida, pero
de una vida que ellos consideran como perteneciente a animales inferiores. Así,
pues, su única esperanza de sobrevivir al destino fatal que les amenaza desde
varias generaciones atrás reside en llevar la guerra hacia su vecino más
próximo.
Y
antes de juzgarlos con demasiada dureza debemos recordar la destrucción cruel y
total que nuestra especie ha causado no sólo entre los animales, como el
bisonte y el dido, sino también entre las razas inferiores, A pesar de su
apariencia humana, los tasmanios fueron exterminados por completo en una guerra
de extinción llevada a cabo por los inmigrantes europeos durante un lapso que
duró escasamente cincuenta años. ¿Es que somos acaso tan misericordiosos como
para quejarnos si los marcianos guerrearan con las mismas intenciones con
respecto a nosotros?
Los
marcianos deben haber calculado su llegada con extraordinaria justeza—sus
conocimientos matemáticos exceden en mucho a los nuestros—y llevado a cabo sus
preparativos de una manera perfecta.
De
haberlo permitido nuestros instrumentos podríamos haber visto los síntomas del
mal ya en el siglo dieciocho. Hombres como Schiaparelli observaron el planeta
rojo—que durante siglos ha sido la estrella de la guerra—, pero no llegaron a
interpretar las fluctuaciones en las marcas que tan bien asentaron sobre sus
mapas. Durante ese tiempo los marcianos deben haber estado preparándose.
Durante
la oposición de mil ochocientos noventa y cuatro se vio una gran luz en la
parte iluminada del disco, primero desde el Observatorio Lick. Luego la notó
Perrotin, en Niza, y después otros astrónomos.
Los
lectores ingleses se enteraron de la noticia en el ejemplar de Nature que
apareció el dos de agosto. Me inclino a creer que la luz debe haber sido el
disparo del cañón gigantesco, un vasto túnel excavado en su planeta, y desde el
cual hicieron fuego sobre nosotros. Durante las dos oposiciones siguientes
se avistaron marcas muy raras cerca del lugar en que hubo el primer estallido
luminoso.
Hace
ya seis años que se descargó la tempestad en nuestro planeta. Al aproximarse
Marte a la oposición, Lavelle, de Java, hizo cundir entre sus colegas del mundo
la noticia de que había una enorme nube de gas incandescente sobre el planeta
vecino. Esta nube se hizo visible a medianoche del día doce, y el
espectroscopio, al que apeló de inmediato, indicaba una masa de gas ardiente,
casi todo hidrógeno, que se movía a enorme velocidad en dirección a la Tierra.
Este chorro de fuego se tornó invisible alrededor de las doce y cuarto. Lavelle
lo comparó a una llamarada colosal lanzada desde el planeta con la violencia
súbita con que escapa el gas de pólvora de la boca de un cañón.
Esta
frase resultó singularmente apropiada. Sin embargo, al día siguiente no
apareció nada de esto en los diarios, excepción hecha de una breve nota
publicada en el Daily Telegraph, y el mundo continuó ignorando uno de los
peligros más graves que amenazó a la raza humana. Es posible que yo no me
hubiera enterado de lo que antecede si no hubiese encontrado en Ottershaw con
el famoso astrónomo Ogilvy. Éste se hallaba muy entusiasmado ante la noticia, y
debido a la exuberancia de su reacción, me invitó a que le acompañara aquella
noche a observar el planeta rojo.
A
pesar de todo lo que sucedió desde entonces, todavía recuerdo con toda claridad
la vigilia de aquella noche: el observatorio oscuro y silencioso, la lámpara
cubierta que arrojaba sus débiles rayos de luz sobre un rincón del piso, la
delgada abertura del techo por la que se divisaba un rectángulo negro tachonado
de estrellas.
Ogilvy
andaba de un lado a otro; le oía sin verle. Por el telescopio se veía un
círculo azul oscuro y el pequeño planeta que entraba en el campo visual.
Parecía algo muy pequeño, brillante e inmóvil, marcado con rayas transversales
y algo achatado en los polos. ¡Pero qué pequeño era! Apenas si parecía un
puntito de luz. Daba la impresión de que temblara un poco. Más esto se debía a
que el telescopio vibraba a causa de la maquinaria de relojería que seguía el
movimiento del astro.
Mientras
lo observaba, Marte pareció agrandarse y empequeñecerse, avanzar y retroceder,
pero comprendí que la impresión la motivaba el cansancio de mi vista. Se
hallaba a cuarenta millones de millas, al otro lado del espacio. Pocas personas
comprenden la inmensidad del vacío en el cual se mueve el polvo del universo
material.
En
el mismo campo visual recuerdo que vi tres puntitos de luz, estrellitas
infinitamente remotas, alrededor de las cuales predominaba la negrura
insondable del espacio. Ya sabe el lector qué aspecto tiene esa negrura durante
las noches estrelladas. Vista por el telescopio parece aún más profunda. E
invisible para mí, porque era ; tan pequeño y se hallaba tan lejos, volando con
velocidad constante a través de aquella distancia increíble, acercándose minuto
a minuto, llegaba el objeto que nos mandaban, ese objeto que habría de causar
tantas luchas, calamidades y muertes en nuestro mundo. No soñé siquiera en él
mientras miraba; nadie en la Tierra podía imaginar la presencia del certero
proyectil.
También
aquella noche hubo otro estallido de gas en el distante planeta. Yo lo vi. Fue
un resplandor rojizo en los bordes según se agrandó levemente al dar el
cronómetro las doce. Al verlo se lo dije a Ogilvy y él ocupó mi lugar. Hacía
calor y sintiéndome sediento avancé a tientas por la oscuridad en dirección a
la mesita sobre la que se hallaba el sifón, mientras que Ogilvy lanzaba
exclamaciones de entusiasmo al estudiar el chorro de gas que venía hacia
nosotros.
Aquella
noche partió otro proyectil invisible en su viaje desde Marte. Iniciaba su
trayectoria veinticuatro horas después del primero. Recuerdo que me quedé
sentado a la mesa, deseoso de tener una luz para poder fumar y ver el humo de
mi pipa, y sin sospechar el significado del resplandor que había descubierto y
de todo el cambio que traería a mi vida. Ogilvy estuvo observando hasta la una,
hora en que abandonó el telescopio. Encendimos entonces el farol y fuimos a la
casa. Abajo, en la oscuridad, se hallaban Ottershaw y Chertsey, donde
centenares de personas dormían plácidamente.
Ogilvy
hizo numerosos comentarios acerca del planeta Marte y se burló de la idea de
que tuviese habitantes y de que éstos nos estuvieran haciendo señas. Su opinión
era que estaba cayendo sobre el planeta una profusa lluvia de meteoritos o que
se había iniciado en su superficie alguna gigantesca explosión volcánica.
Me manifestó lo difícil que era que la evolución orgánica hubiera seguido el
mismo camino en los dos planetas vecinos.
—La
posibilidad de que existan en Marte seres parecidos a los humanos es muy
remota—me dijo.
Centenares
de observadores vieron la llamarada de aquella noche y de las diez siguientes.
Por qué cesaron los disparos después del décimo nadie ha intentado explicarlo.
Quizá sea que los gases producidos por las explosiones causaron inconvenientes
a los marcianos. Densas nubes de humo o polvo, visibles como pequeños manchones
grises en el telescopio, se diseminaron por la atmósfera del planeta y
oscurecieron sus detalles más familiares.
Al
fin se ocuparon los diarios de esas anormalidades, y en uno y otro aparecieron
algunas notas referentes a los volcanes de Marte. Recuerdo que la revista Punch
aprovechó el tema para presentar una de sus acostumbradas caricaturas
políticas. Y sin que nadie lo sospechara, aquellos proyectiles disparados por
los marcianos aproximábanse hacia la Tierra a muchas millas por segundo,
avanzando constantemente, hora tras hora y día tras día, cada vez más próximos.
Paréceme ahora casi increíblemente maravilloso que con ese peligro pendiente sobre
nuestras cabezas pudiéramos ocuparnos de nuestras mezquinas cosillas como lo
hacíamos. Recuerdo el júbilo de Markham cuando consiguió una nueva fotografía
del planeta para el diario ilustrado que editaba en aquellos días. La gente de
ahora no alcanza a darse cuenta de la abundancia y el empuje de nuestros
diarios del siglo diecinueve. Por mi parte, yo estaba muy entretenido en
aprender a andar en bicicleta y ocupado en una serie de escritos sobre el
probable desarrollo de las ideas morales a medida que progresara la
civilización.
Una
noche, cuando el primer proyectil debía hallarse apenas a diez millones de
millas, salía a pasear con mi esposa. Brillaban las estrellas en el cielo y le
describí los signos del Zodiaco, indicándole a Marte, que era un puntito de luz
brillante en el cénit y hacia el cual apuntaban entonces tantos telescopios.
Era una noche cálida, y cuando regresábamos a casa se cruzaron con nosotros
varios excursionistas de Chertsey e Isleworth, que cantaban y hacían sonar sus
instrumentos musicales. Veíanse luces en las ventanas de las casas. Desde la
estación nos llegó el sonido de los trenes y el rugir de sus locomotoras
convertíase en melodía debido a la magia de la distancia. Mi esposa me señaló
el resplandor de las señales rojas, verdes y amarillas, que se destacaban en el
cielo como sobre un fondo de terciopelo. Parecían reinar por doquier la calma y
la seguridad.
INSTRUCCIONES:
Con apoyo
de la lectura anterior, da respuesta a las siguientes preguntas.
- ¿Cuál es el título del libro?
- ¿Cómo es titulado el capítulo I?
- ¿Cuál es el nombre del autor del libro “La guerra de los mundos?
- ¿A qué subgénero pertenece?
- ¿Qué es lo que más te llamo la atención de este capítulo?
- ¿Qué opinión tiene del ser humano: positiva o negativa el autor? ¿Estás de acuerdo con esa opinión?
- Hoy en día hay muchas predicciones sobre el fin de la humanidad ¿Por qué crees que el ser humano piensa hoy tanto en su fin?
- ¿Cómo te imaginas que sería una invasión extraterrestre hoy en día? Descríbela y realiza un dibujo relacionado a tu respuesta.
Materiales:
Lectura
del capítulo I, del libro de “La Guerra de los Mundos”.
Cuaderno
de trabajo.
Programa
de Aprende en casa.
Libro
de texto de la asignatura de Lengua Materna. Español I.
Instrucciones:
Realiza
las actividades antes señaladas en el cuaderno de trabajo.
Realiza las actividades de
Aprende en casa II (Apunte y preguntas), en el cuaderno de trabajo, de la
semana del 11 al 15 de enero de 2021.
Si tienen alguna duda con
respecto al trabajo, favor de mandar un correo electrónico.
Producto
final:
Preguntas de la lectura.
Evaluación:
La
rúbrica, solo es para su conocimiento de lo que se evaluará en las actividades,
no es necesario llenar el formato.
Instrumento y criterio de evaluación:
RÚBRICA
Nombre del alumno: ________________________ Grado y grupo: _______________
Fecha: ____________________________________ Cal. ________________________
CRITERIOS A EVALUAR |
EXCELENTE 10 |
MUY BIEN 9-8 |
BIEN 7 |
REGULAR 6 |
ORTOGRAFÍA Y
PUNTUACIÓN |
No hay faltas de ortografía ni errores
gramaticales. |
Tres o menos faltas de ortografía y/o errores de
puntuación. |
Cuatro errores de ortografía y/o errores
gramaticales. |
Más de cuatro errores de ortografía y de
gramática. |
CONTENIDO |
Cubre los temas a profundidad con detalles y
ejemplos. El conocimiento del tema es excelente. |
Incluye conocimiento básico sobre el tema. El
contenido parece ser bueno. |
Incluye información esencial sobre el tema, tiene
algunos errores en la construcción. |
El contenido es mínimo y tiene varios errores en
los hechos. |
ORGANIZACIÓN DEL
CONTENIDO |
Contenido bien organizado usando títulos y listas
para agrupar el material relacionado. |
Usa títulos y listas para organizar, pero la
organización aparenta debilidad. |
La mayor parte del contenido está organizado
lógicamente faltan elementos. |
La organización no estuvo clara, sin lógica. |
TIEMPO |
Entrega oportunamente el producto de la actividad
asignada. |
Entrega dentro de las próximas 48 horas de la
fecha establecida. |
Entrega después de las 48 horas establecidas. |
No entrega la actividad. |
CALIDAD DEL
TRABAJO (Presentación) |
Proporciona trabajo de calidad con limpieza,
legible y ordenado. |
Proporciona trabajo de menor calidad, no cubre los
elementos necesarios. |
Proporciona trabajo que implica algún problema en
su análisis. |
Proporciona trabajo que es imposible de revisar. |
Forma de recuperar la actividad:
Enviar
la evidencia correspondiente al siguiente correo:
alicia.galindo.her@edomex.nuevaescuela.mx
Classroom: Quienes ya se encuentran en la plataforma de Classroom
enviar la evidencia correspondiente por ese medio.
¡FELIZ REGRESO A CLASES!
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